martes, mayo 14, 2013

salir del cocoon buenos aires

Vamos a ver si puedo escribir sin mirar ni un poco las teclas. 
Nada de luz. 
Todo está apagado en el avión, no por mucho más porque son las 6 de la mañana y las personas, de a poco, empiezan a dejar su cocoon de frazadas, van emergiendo con paso tembloroso y ojos pegados. Un nacimiento en el aire. 
Si pudiera, lloraría, diciendo que mis oídos no vinieron al mundo para esto: sonido de turbinas permanente. Abomba, perturba. Dan ganas de gritar y que se apague todo. Silencio, cuándo? Aire, cuándo? Lo que respiro es un simulacro que se va cargando de desgano, cansancio y mal aliento.
Mis nenas, por suerte, pudieron hacer una camita y dormir, se arremolinan a mi lado, al de Nacho. 
Hay quien no se desactivó su alarma despertador! Por dios! Ya no estás en la tierra, estamos en el cielo, no necesitás eso y tantas otras cosas. 
Volar te despega de vos. 
Me miro en el ínfimo espejo del baño, el pelo lisito sin la humedad de Buenos Aires, soy otra. 
Ahora temo a lo seco que me empieza a tomar, lo conozco y mi piel lo empieza a sufrir, rasgándose. Más movimiento, lento todavía, alrededor. Tráfico al baño. Luces que se prenden y se apagan, la tele arrancó de nuevo, molestísima, sin sonido, pero su parpadeo, impregnante, aún ahí arriba y chiquita.